Actualmente, es claro que entrenar previene y mejora la mayoría de las enfermedades metabólicas, neurológicas, psiquiátricas y cáncer entre otras, pero aún sigue siendo importante resaltar el entrenamiento de la fuerza.
En vez de priorizar solamente la pérdida de peso… por qué no intentar ganar masa muscular, es decir, ¡fuerza!
Qué es el entrenamiento de fuerza? Aquel que implica esfuerzos musculares que no puedes mantener más allá de unos pocos minutos sin descanso.
Es un entrenamiento anaeróbico que consume principalmente glucógeno y fosfocreatina.
Aunque ambos tipos de entrenamiento (de resistencia aeróbica y de fuerza) parecen ejercer funciones positivas en cuanto al tratamiento y prevención de diversas enfermedades, el entrenamiento de fuerza se muestra prioritario por varios motivos:
- Aumenta o mantiene la masa muscular, lo que a su vez mantiene el metabolismo activo.
- Mejora la homeostasis de glucosa, la sensibilidad a la insulina y la tolerancia a la glucosa demostrando ser eficiente para el manejo de la diabetes, siendo recomendado por el Colegio Americano de Medicina del Deporte (ACSM) o la Asociación Americana de Diabetes (ADA)
- Tiene un efecto favorable sobre la composición corporal, ya que disminuye la masa grasa, incluida la grasa visceral, además de mejorar la fuerza y/o la hipertrofia muscular
- Mejora el perfil lipídico al aumentar el HDL (colesterol bueno) y disminuir el LDL (colesterol malo) y reduce la presión arterial
- Es efectivo para la prevención de la pérdida de masa muscular y la osteoporosis. A su vez mantiene o incluso podría amentar la densidad mineral ósea
- Ejerce funciones de regulación hormonal
Además de los beneficios físicos anteriormente mencionados, aporta también beneficios psicológicos, reduciendo ansiedad, y depresión. Mejora la autoestima y la autoconfianza.
Por lo tanto, más allá del número que indica la balanza, se entiende que el entrenamiento de fuerza es una estrategia fundamental para prevenir y tratar la obesidad, prevenir el envejecimiento y sus comorbilidades. Sus efectos endocrinos, metabólicos, cardiovasculares y de regulación de la composición corporal lo sitúan en muchos casos como el entrenamiento de elección.
